Nuestra primera parada fue el Parque Nacional de Etosha, desde donde nos embarcamos en nuestro primer safari. Allí se pueden observar más de cien especies diferentes de mamíferos. Para los amantes de los animales, es todo un lujo.

Desde allí, nos dirigimos hacia Kamanjab para visitar un pueblo himba. Tuvimos la oportunidad de encontrarnos con esta tribu en la inmensa sabana de Damaraland. Una gran experiencia, sin duda, la de poder conocer de cerca culturas y formas de vida tan puras y tan diferentes a la nuestra.

Otras paradas también interesantísimas de nuestra viaje fueron la montaña quemada y a los órganos basálticos. Desde ahí, tuvimos la suerte de poder divisar los oryx, springbok y elefantes del desierto. Divisar estos animales con la luz africana del atardecer es algo que no olvidaremos jamás.

Viajamos hasta Walvis Bay, el principal puerto del país, para avistar desde ahí en barco delfines y leones marinos.

Al día siguiente partimos hacia el desierto de Namib, conocido por albergar las dunas más altas del mundo.

Tampoco nos perdimos la visita al famoso desierto del Kalahari. Los paisajes son totalmente de película. La puesta de sol impresionante, difícil explicar con palabras. Nos gustó especialmente el lodge en el que nos alojamos en esta parte del viaje, que nos permitía disfrutar de estas imágenes desde sus instalaciones.

A grandes rasgos, éste fue nuestro viaje por Namibia. Nos dejamos muchas cosas por ver por la falta de tiempo. Pero así tendremos excusa para volver a este paraíso africano y seguir disfrutando de la belleza de sus paisajes y sus animales, y de la amabilidad de su gente.

Carlos y Luis, Almería.