Mi gran aventura rusa

Había estado en una ocasión en Moscú, pero fue una visita fugaz por trabajo y no tuve tiempo de hacer apenas turismo. En los trayectos en taxi desde mi hotel hasta las oficinas donde pasé dos días de reuniones, me quedé maravillado con la belleza de sus grandes monumentos. Al final me volví a España con unas ganas enormes de conocer más de esta imponente ciudad, del país y de su cultura en general.


Me gusta viajar solo. Disfruto mucho recorriendo lugares nuevos a mi ritmo, estar en silencio cuando me apetece estar solo y al mismo tiempo conocer gente nueva con la que compartir, si surge, alguna etapa de mis viajes.

Por eso, cuando tuve la oportunidad de coger unos días de vacaciones no lo dudé y puse rumbo a Rusia. Tan sólo unos días antes me acerqué a una agencia de viajes que hay cerca de mi casa, IEST, para que ellos se encargaran de organizar los traslados y alojamientos. Iba con la idea muy clara de lo quería así que con la ayuda de sus profesionales resultó fácil y rápido dejar todo cerrado.

Aterricé de noche en Moscú. Las vistas de la ciudad iluminada no tienen comparación, parecen sacadas de un cuento. A la mañana siguiente, bien temprano, me dirigí al Kremlin, tenía unas ganas enorme de conocerlo de cerca. Su conjunto de edificios albergan una parte importante de la historia rusa.
Entre ellos, destaca la Armería del Kremlin. Creada en 1508 como el arsenal real, se encargó de la producción, compra y almacenamiento de armas y joyas de los zares. Me pareció fascinante conocer detalles de su origen y su funcionamiento.


La vista de este conjunto de edificios y fortificaciones resulta imponente. Más si tenemos en cuenta que se sitúan en el corazón de la ciudad, en una ubicación incomparable: frente al río Moscova y con la Plaza Roja a un lado y el Jardín de Alexander al otro.

Recomiendo perderse por esta zona sin guías de viaje ni horarios ni reloj. Simplemente perderse caminando. Imaginar cómo era la vida en esta ciudad en épocas pasadas y los grandes hechos históricos que se han producido en este entorno único.

La siguiente parte del parte fue San Petersburgo. Palacios, plazas, fortalezas, museos y canales son la seña de identidad de esta ciudad. Recorrer algunas de sus 42 islas a través de sus numerosos canales es una experiencia única.

Pero de San Petersburgo me quedo, sin duda, con la visita al Palacio de Invierno, situado a orillas del río Neva. Construido en el siglo XVIII, es la antigua residencial oficial de los zares. El estilo barroco de éste y otros muchos edificios rusos es digno de admiración para los que amamos la arquitectura. Durante mi visita, pasé horas y horas admirando la belleza y el extremo cuidado, hasta el mínimo detalle, de todos sus monumentos.

En resumen, todo un viaje a través de la historia hasta el pasado de la cultura rusa. Como me gusta llamar a este viaje: mi gran aventura rusa.