¿Viajamos al Cono Sur?

Con esta pregunta empezó todo. Estábamos barajando posibles destinos para nuestra luna de miel y no nos decidíamos por ninguno. No nos poníamos de acuerdo en nuestras preferencias o no era buena época para nuestras opciones iniciales. De pronto, mi entonces futuro marido me soltó esa pregunta: ¿Y si viajamos al Cono Sur? La verdad es que no se me había ocurrido, pero tras unos segundos pensando se me escapó una gran sonrisa… Me pareció ¡una opción extraordinaria! Algo diferente a lo típico en este tipo de viajes. Y desde ese momento empecé a soñar con una aventura que poco después se haría realidad.


Mi chico había visto el itinerario de este viaje en la página web de IEST, que ya le habían recomendado unos amigos precisamente por ofrecer opciones de viaje diferentes. Así que nos fuimos directamente a visitarles. La atención fue muy cercana y totalmente personalizada desde el primer momento. Y eso, y más tratándose del que debía ser el viaje más especial de nuestras vidas, se agradece, y mucho.

Lo dejamos todo cerrado en un par de reuniones. Teníamos las ideas claras de lo que nos gustaba y ellos supieron captarnos enseguida. Algo que, teniendo en cuenta el ajetreo de preparativos los dos últimos meses antes de la boda, también era de agradecer.

Así que dos meses después de ese gran flechazo, y después de –todo sea dicho- de disfrutar al máximo del día más importante de nuestras vida, pusimos rumbo ¡al Cono Sur!

Salimos de Madrid y después de hacer escala en Santiago de Chile por fin cogimos el vuelo en dirección a Calama. Desde allí viajamos en coche directos hasta San Pedro de Atacama. Después de un largo viaje, nos alojamos en el Hotel Terramtai Lodge. Un lugar con muchísimo encanto, que por su decoración, totalmente acorde con el desierto, nos daba claras pistas de dónde nos encontramos. Teniendo en cuenta que el viaje es bastante largo, nos planteamos la opción de alojarnos una primera noche en Santiago, pero desde IEST nos recomendaron que siguiéramos hasta Atacama para pasar la primera noche en este Lodge, ¡y mereció totalmente la pena la paliza!

Al día siguiente teníamos las pilas totalmente recargadas para empezar nuestra aventura en el desierto. Durante dos días hicimos un montón de excursiones por la zona. Súper recomendable los Geyseres del Tatio, el pueblecito de Toconaoy y el Salar de Atacama. Tuvimos libertad para movernos gracias al coche de alquiler. Resultó ser una opción fantástica para poder movernos a nuestro aire y disfrutar en pareja, aunque en todo momento contamos con la ayuda y el asesoramiento de los chicos de IEST para establecer las rutas más adecuadas.

Nuestra siguiente parada fue Puerto Varas. En esta zona visitamos Ancud y Castro, Chiloé e incluso Peulla, ya en la frontera con Argentina, además de perdernos por la ciudad de Puerto Varas. He de admitir que así como había leído muchas cosas sobre Atacama, nunca había oído hablar de esta zona. Y no puedo más que decir que su belleza y sus paisajes me sorprendieron tanto o más que los del desierto. Nos alojamos en el hotel Cabañas del Lago, desde donde se podían disfrutar de las mejores vistas del lago Llanquihue y de los volcanes de la zona.

Y desde aquí nos trasladamos a otro de los lugares que más me apetecía conocer: el Calafate y el glaciar Perito Moreno, ¡el más grande del mundo! Os podéis hacer una idea de lo sorprendente que es visitar un monumento de la naturaleza de estas características. Y después de tantas emociones, nada como descansar en un hotel como la Posada Los Álamos. Un espacio único, en perfecta armonía con el entorno, donde a uno le entran ganas de quedarse a vivir. Desde IEST nos insistieron en que, al igual que la ruta de viaje, es muy importante escoger también los lugares de alojamiento de acuerdo a nuestros gustos y preferencias, y más tratándose de una viaje romántico. ¡Y acertaron de lleno!

Siguiente destino: Punta Arenas. Torres del Paine fue nuestro centro de operaciones, desde donde realizar excursiones para conocer esta zona de la Patagonia chilena. De nuevo, paisajes majestuosos que dejan a cualquier sin palabras.

La siguiente parte del viaje fue algo diferente. Dejamos los coches de alquiler y desde Ushuaia nos embarcamos en un crucero con destino… ¡al fin del mundo! Recorrimos la Patagonia y Tierra del Fuego. Desembarcamos en el Parque Nacional Cabo de Hornos. Desde la agencia nos advirtieron que sólo podríamos parar si las condiciones meteorológicas lo permitían, ¡y hubo suerte! Es el último territorio antes de la Antártida y también conocido así, como el fin del mundo. Después avanzamos hasta Bahía Wulaia, lugar donde, como nos explicaron, desembarcó Charles Darwin en 1833. Todo un espectáculo para la vista. La excursión terminó con una vista a un mirador, desde el que apreciamos la belleza del entorno. Al día siguiente seguimos visitando lugares increíbles a bordo del crucero. Además tomamos unos botes zodiac y nos adentramos en el Fiordo Alakaluf para disfrutar de la belleza de los glaciares Piloto y Nena. Y al día siguiente visitamos isla Magdalena, en el Estrecho de Magallanes, donde vive una gran colonia de pingüinos.

Terminado el crucero volvimos a Santiago. Para acabar nuestro viaje, tuvimos la oportunidad de recorrer esta bonita ciudad. Tengo que admitir que me apetecía mucho conocerla y perdernos por sus calles, pero la verdad es que este último día me faltaban las fuerzas para darme una caminata. Y es que fue un viaje intenso, repleto de emociones, como si nos hubiéramos transportado a un mundo diferente, en el que incluso llegamos ¡al fin del mundo! Un viaje donde la majestuosidad de la naturaleza te embarga y te atrapa. De verdad, no podía haber soñado con una mejor luna de miel. Gracias a mi ya marido por proponerme un viaje tan fantástico y, cómo no, a IEST, por haberlo hecho posible.