Aterrizamos en Bangkok y de ahí cogimos otro vuelo, de poco más de hora, hasta Krabi. Es una pequeña ciudad al sur, desde donde nos dirigimos a la zona de la Bahía de Railay, un destino de playa y lujo paradisíaco.

Nos alojamos en el Hotel Rayavadee, situado frente al mar, en la costa de Andamán y muy cerca de un parque nacional marino. Está totalmente rodeado de playas y jardines tropicales. Nuestra villa tenía piscina propia y estaba frente al mar. Nos gustaron muchos los restaurantes del hotel, con diferentes opciones de comida nacional e internacional. Y también hicimos alguna excursión para conocer los alrededores.

De ahí volvimos a Bangkok para conocer un poco la capital del país. Es una ciudad muy moderna que ofrece muchas opciones para el viajero. Nosotros visitamos algunos de sus templos más emblemáticos y pateamos sus calles y mercadillos. Es una ciudad con mucha vida y bulliciosa, así que da para mucho. Tampoco nos perdimos su rica oferta culinaria.

Aquí nos alojamos en el Hotel The Península Bangkok. Para mí, lo mejor es su ubicación, a orillas del río Chao Phraya, lo que ofrece vistas muy bonitas de la ciudad.

Dejamos Tailandia para volar hasta Vietnam. Primero visitamos Hanói, la capital. También es un ciudad ruidosa y con mucho movimiento. Pero además es una urbe con un gran legado histórico debido a la colonización francesa de mediados del siglo XX. Y esto está patente en sus calles y edificios.

Después nos embarcamos en un crucero, el Pelican Halong Cruise, para conocer la Bahía de Halong. Sus paisajes son espectaculares y es una forma muy cómoda de disfrutar de ellos.