Trabajo y placer en China

Mi socia y yo tenemos una empresa de importación y llevábamos tiempo con ganas de probar suerte en el gigante asiático. Al final nos animamos y, tras concertar varias citas con empresas locales que nos interesaban, pusimos toda la organización del viaje en manos de IEST. Nos habían dicho que esta agencia estaba especializada en viajes de empresa y desde el primer momento nos parecieron muy profesionales y, sobre todo, que tenían gran experiencia en el sector. No conocíamos China y, evidentemente, teníamos claro que queríamos aprovechar nuestra estancia no sólo para trabajar, sino también para visitar un trocito de esa maravilla asiática. Además de trabajar codo con codo, mi socia y yo somos grandes amigas, así que no podíamos evitar la emoción que sentíamos los días antes de embarcarnos en esta aventura.


Viajamos a Shanghái y lo primero era la primero, es decir, el trabajo, así que tras una breve visita panorámica de la ciudad mientras llegábamos al hotel para dejar las maletas, acudimos a nuestra primera reunión. En todo momento, hay que decirlo, estuvimos acompañados por un guía de habla hispana contratado por IEST.

Pasamos los primeros días de reunión y reunión, y después nos quedaba poco tiempo para el ocio. Aún así disfrutamos muchísimos recorriendo la zona financiera de la ciudad, con grandes rascacielos donde las principales empresas tienen allí sus oficinas. Mi compañera y yo nos imaginábamos abriendo una oficina en uno de esos edificios... ¡soñar es gratis!

Pero si esta parte fue alucinante, todavía nos quedaba lo mejor del viaje. Con el trabajo hecho y, todo hay que decirlo, bien hecho, porque salimos con algún acuerdo interesante de nuestras citas laborales, nos entregamos por completa a esta ciudad tan fascinante.

Impresionantes el barrio antiguo, el jardín Yuyuan, el templo del buda de Jade… También nos perdimos por la zona de compras de la calle Taikang y reservamos tiempo para disfrutar de algunos de los restaurantes que nos recomendó IEST, como el T8, en la zona de Xintiandi.

Si viajáis a Shanghái no podéis perderos la vista hasta lo que llamada La Venecia Oriental, un pueblecito desde donde se coge un barquito privado para pasear por sus canales.

También conocimos Xi’an. Lo pasamos en grande recorriendo en bicicleta la muralla de la ciudad. También visitamos la Gran Mezquita y callejeamos por el barrio musulmán. Otra cosa que me encantó fue la cena con espectáculo de los Bailarines de la Dinastía Tang. Fue una recomendación de IEST y nos pareció divertidísimo el plan.

Nuestra siguiente y última parada fue Beijin. Allí recorrimos el casco viejo en sus típicos triciclos. No podía faltar una visita a la Plaza de Tiananmen, La Gran Muralla China y el mercado de la seda. Impresionante. También nos fascinó, una vez más, la gastronomía. Somos grandes amantes de la comida asiática y en Beijin disfrutamos muchísimo de la extensa oferta de restaurantes: primero uno chino, luego un vietnamita, después un japonés… ¡Probamos de todo!

En fin, una experiencia sin duda irrepetible que nos dejó con muy buen sabor de boca, tanto por la parte laboral como por la de ocio.