Viaje de novios a Bután

La luna de miel se empieza a disfrutar desde el momento en que comienzas a soñar con los mil y un destinos que te gustaría visitar en un viaje tan especial. Mi marido y yo, tanto por trabajo como porque es nuestra pasión, hemos tenido la oportunidad de visitar muchos lugares, así que para esta ocasión queríamos elegir un destino diferente, en el que ninguno de los dos hubiera estado antes y que huyera, en cierta forma, de los típicos destinos vacacionales. Recorrimos varias agencias especializadas en viajes exclusivos y finalmente nos quedamos con una de las opciones que nos ofrecía IEST VIAJES: ¡Bután!


Tengo que reconocer que aunque sabíamos que era un pequeño situado al sur de Asia, no conocíamos mucho más acerca de este destino. Palabras como remoto, misterioso, virgen, cautivador, son las que utilizó la persona de la agencia que nos atendió para describir Bután. A partir de aquí no picó el gusanillo por saber algo más. Recuerdo que nos dijeron que era un país aislado en lo alto de las montañas del Himalaya, nos hablaron de su cultura milenaria, de sus pueblos, de sus monasterios budistas, de sus bazares y de que en todos sus rincones está presente un legado cultural y social milenario.

Todo lo que nos contaron nos cautivó y desde ese día nos decidimos. Así fue como empezamos a soñar con nuestro viaje de novios en Bután.

La ruta comenzó en Paro, donde disfrutamos del primer día de la Tsechu, una festividad religiosa en la que monjes y laicos protagonizan bailes de máscaras. Pasamos un día divertidísimo.

IOtro día visitamos Thimphu, la capital, con todos sus monumentos y atractivos. Lo que más me gustó fue el mercado centenario del agricultor y perdernos por la noche por las calles de la ciudad para conocer de cerca la esencia y cultura del país.

También nos encantó la visita a Punakha valle, que es la antigua capital del país, y a Punakha Dzong, que está considera la fortaleza más bonita del país.

Fueron nueve días de rutas y excursiones. Una agenda muy apretada en la que tuvimos tiempo de ver mucho y muy variado. Nos gustó todo mucho. Pero he de decir que disfrutamos especialmente, como buenos amantes del senderismo que somos, con las caminatas, sobre todo la que nos llevó hasta el monasterio Khamsum Yulley, construido por la reina para su hijo, el quinto rey de Bután, y otra que nos trasladó hasta el monasterio Nido del Tigre, al que, según cuenta la leyenda, el fundador del budismo en Bután llegó volando en la parte posterior del Tigre. Nos encantaron esas rutas a pie mientras disfrutamos del entorno y escuchamos esas historias de boca de nuestro guía, que hablaba perfecto español.
También disfrutamos mucho de los hotelazos en los que nos alojamos. Nos sorprendió que un país tan desconocido, al menos para nosotros, tuviera una oferta hotelera que hace verdadera justicia a la expresión: lujo asiático. Fueron escogidos con gran gusto y buen criterio por parte de IEST. Lo mejor de todos ellos, sin duda, sus vistas. Mires a donde mires en Bután, quedas maravillado por su belleza.