Una escapada… ¡a Marrakech!

Teníamos una semanita de vacaciones y no queríamos dejar pasar la oportunidad de hacer un viajecito. Pensamos en buscar un destino cercano para no perder mucho tiempo en aviones y demás transportes… No tardamos en decidirnos… Y nos fuimos ¡a Marruecos! No conocíamos Marrakech y nos pareció una gran elección.


Viajamos dos parejas de amigos. Ya hemos hecho escapadas los cuatro juntos otras veces y la verdad es que siempre nos lo pasamos genial. Así que ahí estábamos de nuevo la tribu de viajeros.

La verdad es que en otras ocasiones habíamos viajado por nuestra cuenta, sin mucha organización previa, pero esta vez, al tener tan poco tiempo disponible, decidimos ponerlo en manos de una agencia para llevarlo todo más organizado y así exprimir al máximo nuestra estancia.

En el aeropuerto de Marrakech ya nos esperaba el guía de IEST que nos acompañó, para ir abriendo boca, por un tour panorámico de la ciudad. Ese día nos alojamos en el Hotel Berber Palace -una belleza arquitectónica- y a la mañana siguiente nos pusimos en ruta. En la agencia la llaman Las Mil y unas Kasbahs. Recorrimos el desierto visitando algunos pueblecitos, las preciosas gargantes del Todra y después cogimos un todoterreno para llegar hasta las dunas de Merzouga, ¡impresionante! Disfrutamos del atardecer contemplando este paisaje espectacular mientras probábamos un té típico de la zona… Y lo mejor todavía estaba por llegar: pasar la noche en jaimas en el desierto, una experiencia sin duda única. Lo que menos hicimos fue dormir, pasamos media noche contando historietas y riéndonos mucho juntos en un paraje incomparable.

Por la mañana temprano tuvimos otra experiencia de esas que se recuerdan toda la vida. ¿Te imaginas ver la salida del sol mientras paseas en un dromedario? Cuando lo vimos en el catálogo de viaje de IEST no nos podíamos imaginar lo alucinante que sería ver amanecer en pleno desierto marroquí… A la vuelta nos esperaba un desayuno buenísimo y vuelta a los 4x4. Seguimos visitando paisajes desérticos y pueblecitos preciosos, hasta llegar al Valle del Draa. Allí nos alojamos en el Riad Lamane, un hotel con muchísimo encanto rodeado de un jardín exuberante. ¡Todo un oasis en medio del desierto! Pasamos la tarde en la piscina y luego cenamos en uno de sus restaurantes, donde nos sirvieron verdaderas delicias típicas marroquíes. Después de la noche anterior, en la que habíamos descansado más bien poco, este plan resulto perfecto.

Al día siguiente visitamos el Valle del Draa, con sus impresionantes palmeras, sus pueblecitos que parecen sacados de un cuento y las montañas del Alto Atlas. Tras un día intensísimo llegamos de nuevo a Marrakech.

Pasamos los siguientes dos días recorriendo esta ciudad tan especial: sus zocos, parques, plazas, mezquitas, callejuelas, etc. Y, cómo no, sus restaurantes con comida local de gran calidad.

Desde IEST nos recomendaron que reserváramos por lo menos días para Marrakech y desde luego acertaron, porque tiene tanto encanto y un ambiente tan especial que dan ganas que quedarse mucho más. Pero bueno, ¡así tenemos excusa para volver!