Segunda luna de miel en la Costa Azul

Por nuestro décimo aniversario de boda, mi marido y yo queríamos hacer un viaje solos, un viaje de pareja. Llevábamos tiempo planeándole, pero al final me lancé a organizarlo por mi cuenta y sorprenderle. Estaba muy nerviosa, no sólo por la elección del destino, sino por qué agencia de viajes escoger para asesorarme y que me ayudara con la organización. Mi amiga Marta me recomendó que lo hiciera a través de IEST y la verdad es que me quedé súper contenta con el resultado. Tras ver muchas opciones, me decanté por la Costa Azul francesa. Quería un lugar especial, que no estuviera muy lejos para no perder mucho tiempo en traslados, que hiciera buen clima (era septiembre),. que fuera un destino chic y romántico al mismo tiempo, donde pudiéramos relajarnos y hacer planes agradables en pareja. Y, lo más importante, que a mi marido también le encantara! Os cuento un poco cómo fue nuestra segunda luna de miel.


Conseguí que mi marido desconociera dónde íbamos hasta que ya estábamos subidos en el avión. Fue muy emocionante ver su cara de alegría al darse cuenta de que nos dirigíamos a Niza.

Era visita obligada. Pasamos un día fantástico recorriendo la ciudad: el casco histórico, el puerto, la plaza Garibaldi, la avenida Saleya… Me habían recomendado en IEST que visitáramos alguno de los museos de arte contemporáneo, tan representativos de Niza y que seguro merecen la pena cien por cien, pero preferí no ir con el tiempo tan justo para poder ver todo. Eso sí, queda anotado para la siguiente visita.

Al día siguiente madrugamos pronto para visitar Vence, en el interior. Un precioso paisaje provenzal ubicado entre colinas que parece casi sacado de un cuento. Nos encantó el pueblecito de Saint Paul de Vence, ubicado encima de una colina, rodeado de murallas y desde el que se puede ver el mar, una estampa maravillosa, donde encontramos ese ambiente de tranquilidad y romanticismo con el que soñaba al preparar este viaje.

Nuestra siguiente visita fue Cannes. No queríamos dejar de visitar esta ciudad tan famosa en el mundo entero por los festivales de cine. Queríamos perdernos por sus calles y respirar ese ambiente tan sofisticado que posee. Además, tiene otros muchos atractivos para el turista que invitan a quedarse algún día más para disfrutar de un ambiente inmejorable.

Pero todavía nos quedaba una parada más en nuestra escapada romántica y que sería el broche perfecto para un viaje perfecto: Mónaco. Me moría de ganas por conocer el principado, recorrer la ciudad a pie, visitar el Palacio de los Grimaldi, hacer la ruta de los Pueblos Colgados, etc. Sabía que a mi marido también le fascinaría perderse por las calles que acogen la Fórmula 1 y visitar su famoso casino. Fueron dos últimos días de lo más completo y en los que ¡lo pasamos en grande!